El tener cáncer no es algo bueno y no se lo deseo a nadie, pero ha habido algunos aspectos positivos a mi experiencia con cáncer. Y creo que la semana cuando se celebra el día de gracias es un buen momento para contemplar este tema.
El cáncer me ensenó como estar enfocado en “el ahora.” Antes de estar diagnosticado, yo usaba mi tiempo y energía pensando en mi próximo empleo, mi próxima casa, mi próximo…lo que fuera. Actualmente, pienso menos en el futuro y mucho más en lo que ocurre en mi vida ahora mismo-¿Estoy contento? ¿Estoy haciendo lo que quiero estar haciendo? ¿Estoy pasando el tiempo con esas personas que son importantes en mi vida? (Me doy cuenta que tengo esta filosofía de vida en común con mi perrito Queenie, que adopté en el Cayuga Dog Rescue hace unos meses. Básicamente, ella es un buen modelo de lo que significa el vivir en el ahora y gozar la vida donde sea y cuando sea.)
El cáncer crea amistades. (Y si, también termina a algunas amistades.) Aprende quienes son sus amigos verdaderos cuando está bajo tratamiento y al terminar tratamiento. Ellos son los que le traen comida, le escuchan sin dar opiniones, y encuentran varias maneras en que le dicen que le quieren. Uno sabe que ellos están a su lado venga lo que venga. Jamás se olvida ese tipo de carino.
El cáncer también crea nuevas amistades. Es algo extraordinario que derrite muchas diferencias que nos pueden aislar uno del otro. Cuando estoy en nuestro supermercado local, invariablemente me ponga a charlar con alguien que hubiera sido un desconocido si no hubiese tenido cáncer. Aprecio estas amistades.
El cáncer también me ensenó como ser humilde. Había una época en que yo pensaba que el trabajar más y hacerse más inteligente siempre resultaba en que cosas buenas ocurrieran en la vida. Pero también hay algunas cosas que no se pueden controlar no importa lo duro que uno trabaje o lo más que uno lo quiera.
El cáncer me ensenó como ser sensitivo. Si cosas tan malas me pueden pasar a mí a pesar de todo lo que he tratado de hacer, pueden pasarle a otros. A veces, tenemos que sólo ayudar a otro en vez de juzgarlo o culparlo.
El cáncer me ha ensenado lo fuerte que uno puede ser. El tener cáncer es difícil aunque la situación socio-económica de uno sea buena. Yo he conocido a algunos con cáncer que han luchado en situaciones horribles. No es el caso que todo el mundo con cáncer tiene seguro, una familia, o su hogar propio.
El cáncer me recuerda de lo bueno que se puede descubrir en otros. He visto amigos de trabajo contribuir al costo de unas vacaciones por barco lujoso para poder mandar un colega enfermo de viaje. He visto amigos básicamente adoptar a uno con cáncer y hacerlos parte de su familia; he visto personas pagar por el tratamiento de otro que está enfermo sin que sepan quien lo ha pagado. Y he visto los miembros de familia cambiar sus vidas sin pensarlo para poder ayudar a un querido.
El cáncer me ha ensenado que la muerte es la conclusión de cada vida y que la muerte no es algo que se debe temer. Y ha hecho darme cuenta de que la vida a veces no es tan buena pero que lo bueno sí sigue.
Este artículo fue publicado en, “The Ithaca Journal”, el 24 de noviembre del 2008.
Traducido por Irma Almirall-Padamsee.