Hacía dos días que había estado diagnosticado con cáncer, y recibí una llamada de la Cruz Roja pidiendo si yo pudiera dar sangre durante una colección de sangra que iba comenzar en poco tiempo.
Yo daba sangre regularmente así que recibía este tipo de llamada unas cuantas veces ano.
Este vez, mi cabeza casi explotó con miles de preguntas que yo me hacía a mi mismo: ¿Debiera decirle a este desconocido que tengo cáncer?
¿Escribirá ella en sus documentos que Bob Riter tiene cáncer? ¿…En alguna base de data electrónica? ¿Es que alguien con cáncer puede dar sangre? Le dije, “Perdón, pero esta vez no puedo.”
Cuando colgué, me di cuenta de que yo no había podido decirle, “No puedo dar sangre porque estoy recién diagnosticado con cáncer.” Las palabras, “Tengo cáncer” me ahogaban y no podía hablar.
Al principio, casi todos que están diagnosticados con cáncer no saben como decir estas palabras. Es admitir que verdaderamente uno tiene cáncer y que hay mucho en su vida que de repente ha cambiado. Los primeros a quien uno se lo dice son su familia y amigos íntimos. Esto es un momento emocional, pero uno sabe que ellos están a su lado durante este momento difícil. El decirle a amistades más ajenos puede ser bien estrano. A menudo, le preguntan, “¿Cómo estás?” como una forma de inicial la conversación. Esperan oír en repuesta, “Bien, y tú?” Al primer saber que uno tiene cáncer la pregunta, “¿Cómo estás?” resulta en ser bien difícil.
Hace semanas, que he peleado entre mi mismo con que decirle a quien. Me pregunto, “¿Conozco bien a esta persona? ¿Quienes son sus amigos y a quienes se lo dirán? ¿Se sentirán mal si no le digo nada?”
Por supuesto, el ir a nuestro supermercado local me cansa completamente. Tenía una lista grande de calculaciones que hacía en mi mente al alguien preguntarme, “Hola, Bob, ¿Qué tal?”
Una vez conteste esta pregunta con, ” Bueno, he estado recién diagnosticado con cáncer y tendré una mastectomía la semana entrante con unos meses de quimioterapia al siguiente. ¿Qué hay de nuevo contigo?”
Aunque la expresión en su cara fue increíble, decidí que esta manera de contestar no valía la pena.
Con tiempo, podía hablar de mi cáncer sin sentirme estrano. Casi cada persona con quien hablaba me apoyaba y muchos me ayudaron tanto que se me hicieron amigos íntimos.
Es verdad que algunos se aislaron. Por la razón que sea, no podían aceptar que yo tenía cáncer y poco a poco se desaparecieron de mi vida. Creo que al principio no sabían que decirme y después se sentían mal al no decirme nada. (A propósito, el reconectar con alguien que ha estado enfermo nunca es demás. Una tarjetita que dice, “Sigo pensando en ti” siempre se agradece.)
Hace muchos anos de que fue diagnosticado con cáncer y le hablo con quien sea sobre mi cáncer y mi operación. No es demás que le ensene mi cicatriz de la mastectomía a desconocidos con quien estoy cenando.
Pero todavía me recuerdo lo difícil que fue el decirle, “Tengo cáncer” a la persona de la Cruz Roja que llamó esa noche.
Este artículo fue publicado en inglés en, “The Ithaca Journal”, 8 de julio del 2009.
Traducido por Irma Almirall-Padamsee.